
No podemos traducir el fútbol como un deporte consistente en llegar lo antes posible a la portería contraria. No. El fútbol es algo mucho más grande y bonito que eso. El fútbol es sutileza, elegancia, sacrificio, creatividad, brillantez... inteligencia. Centrados en lo meramente deportivo, ésto es precisamente lo que pretendemos inculcar. Con el tiempo empezaremos a buscar resultados, pero antes de comenzar esa etapa, tenemos que tener claro cómo iremos a buscar esos resultados, con qué estilo, de qué manera. Porque el fin no justifica los medios. Nunca.
En este sentido, tanto Álvaro como yo tenemos la sensación de que el envite de ayer significó otro pequeño pasito hacia adelante. Durante todo el partido, pudimos observar una serie de movimientos y apoyos constantes que nos permitieron desarrollar, en determinadas fases del encuentro, el estilo de juego que estamos persiguiendo. Un tipo de juego basado en el equipo, no en la fuerza o la individualidad. Fue una gozada ver a nuestros niños pasarse el balón de un lado hacia el otro, y retrasarlo hacia atrás, buscando la vía más fácil y clara para poder avanzar. Nos agrada comprobar que nuestros peques se buscan unos a otros y tratan de llegar a la portería contraria con paciencia e inteligencia, y no al son de zafarrancho de combate. Y se nos cae la baba cuando les vemos pedir disculpas tras dar una patada a un contrario, o al asumir el resultado con deportividad. Ganemos o perdamos.
Aun queda mucho por hacer, muchísimo. Pero estamos creciendo.
Y estoy jodidamente contento. Con perdón.
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