Se estaban ustedes mal acostumbrando. Probablemente, habrá quien pueda pensar que rozo la impertinencia al efectuar una pequeña reflexión para restregarnos en toda la cara el último partido jugado en Jabalquinto, máxime, cuando no me he asomado por aquí durante todo este tiempo para decir lo buenos que somos. Efectivamente, nuestro equipo sumaba ocho victorias y un empate en los últimos nueve partidos, números extraordinarios que reflejan una evolución significativa en los niños. Pero en el décimo hemos vuelto a palmar. No lo hacíamos desde el pasado 11 de noviembre, que ya ha llovido (no ha llovido tanto pero sí ha pasado un tiempo considerable).
No, no soy de sacar pecho ni de presumir de logros, y pretendo que nuestros niños tampoco lo sean. El fútbol me enseñó hace muchos años que es mejor ser humilde en vez de prepotente, y quizá por ello aborrezco a esa clase de gente que mira a su alrededor por encima del hombro. Por muy bien que uno haga las cosas, entiendo que lo más honesto es no valorar lo que uno hace. Es preferible callar, seguir con la tarea y disfrutar de los resultados, pues no hay nada más bonito que la satisfacción personal interna del que se esfuerza y obtiene resultados. Aquí estamos para equivocarnos y aprender de nuestros propios errores. La autocrítica permite que avancemos, el elogio debilita.
Así que hoy quería recordaros a todos que estamos aprendiendo, y que lo normal (y más sano) en este proceso de aprendizaje es perder partidos. Por supuesto que a nadie le agrada el sabor de la derrota, pero sólo aprende el que se equivoca. Señores, sólo tenemos seis y siete años y venimos a disfrutar del deporte que nos gusta; no está en juego una finca de cuatro hectáreas ni el futuro laboral de nuestros hijos, sólo es un partido de fútbol entre críos. Estos niños tienen derecho a realizar un mal partido, a relajarse, a tomar decisiones erróneas y a perder. Porque se aprende a base de cometer errores, analizarlos, y poner medios para no volver a cometerlos.
Desde la grada y desde el banquillo tenemos que dejar que nuestros niños se equivoquen, analicen sus propios errores y que ellos solitos reflexionen y pongan medios para no volver a equivocarse. Esto es el aprendizaje, señores, y desde la grada tenemos que ayudarles transmitiendo tranquilidad y confianza, especialmente, en los peores momentos. Dejemos los nervios y los gritos para los hooligans de Old Trafford. No somos el Manchester United, el Barça, ni el Inter de Milán. Somos los prebenjamines de la Peña, tenemos siete años y venimos a pasarlo bien y aprender.
No, no soy de sacar pecho ni de presumir de logros, y pretendo que nuestros niños tampoco lo sean. El fútbol me enseñó hace muchos años que es mejor ser humilde en vez de prepotente, y quizá por ello aborrezco a esa clase de gente que mira a su alrededor por encima del hombro. Por muy bien que uno haga las cosas, entiendo que lo más honesto es no valorar lo que uno hace. Es preferible callar, seguir con la tarea y disfrutar de los resultados, pues no hay nada más bonito que la satisfacción personal interna del que se esfuerza y obtiene resultados. Aquí estamos para equivocarnos y aprender de nuestros propios errores. La autocrítica permite que avancemos, el elogio debilita.
Así que hoy quería recordaros a todos que estamos aprendiendo, y que lo normal (y más sano) en este proceso de aprendizaje es perder partidos. Por supuesto que a nadie le agrada el sabor de la derrota, pero sólo aprende el que se equivoca. Señores, sólo tenemos seis y siete años y venimos a disfrutar del deporte que nos gusta; no está en juego una finca de cuatro hectáreas ni el futuro laboral de nuestros hijos, sólo es un partido de fútbol entre críos. Estos niños tienen derecho a realizar un mal partido, a relajarse, a tomar decisiones erróneas y a perder. Porque se aprende a base de cometer errores, analizarlos, y poner medios para no volver a cometerlos.
Desde la grada y desde el banquillo tenemos que dejar que nuestros niños se equivoquen, analicen sus propios errores y que ellos solitos reflexionen y pongan medios para no volver a equivocarse. Esto es el aprendizaje, señores, y desde la grada tenemos que ayudarles transmitiendo tranquilidad y confianza, especialmente, en los peores momentos. Dejemos los nervios y los gritos para los hooligans de Old Trafford. No somos el Manchester United, el Barça, ni el Inter de Milán. Somos los prebenjamines de la Peña, tenemos siete años y venimos a pasarlo bien y aprender.
Nachete llevas toda la razón,del mundo.Yo me incluyo la primera,que desde las gradas los volvemos locos,por que no saben para donde ir y están más pendiente de los padres,de los que se les dice que de tu hermano y tú.
ResponderEliminarPor lo tanto por mi parte de aqui en adelante,punto en boca cerrada,claro pero cuándo marquen un gol ¡¡ no !! si lo celebraré......Sea el niño que sea.
Un saludo y buenas noches.
Soy la mamá de Mario,Raquel.
Hola nachete, yo al igual que el comentario de arriba soy el primero que me exalto pero porque vivo el futbol tan intensamente desde que era niño que me pierdo a veces, pido disculpas si alguna vez me he pasado, creo que no, pero posiblemente si, quiero a mi equipo y si eso es un fallo lo siento, pero no dejare de gritar gol cada vez que metan uno, eso nadie me lo va a quitar, un saludo nachete que sois los mejores, y llevas razon en todo nos intentaremos controlar un poquito más.-
ResponderEliminarUn saludo amigo soy el papi de Daniel (el portero).-